Fueron meses de anticipación, tal vez 8 o 9, la invitación llegó por mensaje directo de Twitter y desde ese día comenzó un proceso que culminó el pasado 8 de diciembre, cuando tuve la oportunidad de presentar una charla de 12 minutos ante un poco más de 100 personas y otros cientos conectados vía Facebook LIVE.
Al principio creí que todo sería relativamente fácil siendo speaker internacional, la experiencia en congresos y summits, pero nada es igual a preparar una TED Talk, nada.
Para ser muy honesto hubo un momento que pensé desistir, creí que no tenía realmente un tema lo suficientemente interesante para entregar a una audiencia. Además los otros speakers me parecían geniales, a veces es difícil lidiar con la idea de estar en el mismo cartel con personas que admiras.
Volando de regreso a la Ciudad de México, después de uno de los fines de semana más intensos y especiales de mi vida, pensé escribir algunas de las enseñanzas que me dejó la experiencia completa que fue preparar y presentar un TED Talk, las resumí en 5 puntos: 1. Toda historia de vida es una enseñanza valiosa
Puede que no veas en primera instancia el valor de tu propia historia, sin embargo cada paso que has dado hasta el lugar donde te encuentras hoy es de altísimo valor para aquellos que vienen detrás. Al buscar de qué hablar y darle mil vueltas decidí que lo mejor que podía hacer era concentrarme en mi propia historia y encontrar en ella algún insight que agregara valor a una audiencia.
2. No es lo mismo información que historia
Durante el proceso me empapé de TED Talks, creo que veía unas 5 o 6 al día en algunas ocasiones cuando los pendientes me lo permitían. Marqué algunas como favoritas y pensé: "¡Claro! Debo documentarme mucho y entregar mucha información valiosa a la gente". Sonaba lógico, pero después de armar el primer borrador de mi idea ocurrió algo: Mi laptop murió.
No se cuánto tiempo tardé preparando ese borrador, la cosa es que jamás logré recuperarlo y tuve que volver a escribirlo. Aquí fue donde alguien me dijo que era muchísimo más importante contar una historia que tratar de convencer con cifras. Agradezco mucho ahora esa pérdida porque el enfoque cambió absolutamente y me concentré en contar una historia con la que pudiera conectar la gente.
3. No es lo mismo vender una idea que transmitir una idea
Trabajando en publicidad he tenido la oportunidad de presentar cientos de veces ante clientes. Aquellos que se dedican a esto saben que muchas veces uno tan solo se concentra en vender y convencer a un cliente para que apruebe y todos nos vayamos tranquilos para seguir con el proceso del proyecto. Esta predisposición a presentar como lo hacemos los publicistas sesgó en un principio mi manera de pararme en el escenario y de moverme en el. Por fortuna la gente que me asesoró se fijó en estos sesgos y tuvo la amabilidad de señalarlos para que yo pudiera corregirlos: "Levantas demasiado la voz", "Parece que quieres venderme tu idea", "Señalas demasiado, como si estuvieras regañando", "No te ves honesto", etc.
Agradezco profundamente a esas personas que me hicieron desaprender y volver a comenzar de ceros para ser yo mismo y mostrar una faceta más humana a la hora de trasmitir mi idea a otras personas.
4. Las mejores ideas son aquellas que no caducan
Al menos en mi caso, al principio creí que debería hablar sobre algo muy actual, innovador y trendy. Sin embargo la idea central de mi charla se basó en una frase del maestro Octavio Paz escrita el siglo pasado.
El poder mismo de la frase es vigente y parece que describe a la perfección los tiempos modernos. Ahí supe que debía procurar mantener ese espíritu, una idea que permanezca y no caduque al poco tiempo, que no sea un mame efímero como aquellos a los que estamos acostumbrados los publicistas.
5. No hay audiencia pequeña
Cuando supe que tan solo se iban a vender 50 boletos para el evento pensé: "Qué audiencia tan pequeña... Comparado con algún evento de EXMA o de Merca 2.0 es demasiado manejable", pensé.
Sin embargo recordé una escena de una de mis películas favoritas, "24 hour party people". En ella recuerdan un concierto de los Sex Pistols en Manchester donde hubieron tan solo 50 asistentes dentro de los cuáles se contaban muchos de los artistas que darían forma a la escena musical local (y mundial).
Fue entonces que entendí que la cantidad de asistentes no tiene nada que ver con el valor de la idea que vas a entregar, nunca sabes la trascendencia que tendrá y la cantidad de gente que vas a inspirar cuando uno solo de los asistentes hable de ella.
Así que me enfoqué en que la idea fuera lo más importante, que daría igual si llegaban 5, 10 o 5000 personas, en el fondo lo que valía era dejar una huella indeleble en las pocas o muchas mentes que escucharan y/o vieran esa charla.
El día después
Una vez que ocurrió el evento reflexioné sobre lo que había tenido oportunidad de experimentar, la gente que había conocido, aquellos que se me acercaron a decirme que la charla los había despertado. Para ser honesto, la charla me habló primero a mi, es un diálogo con el espejo, es algo que quiero hacer y predicar con el ejemplo, y yo creo que ese es el verdadero valor de preparar una TED Talk, ser honesto y ser uno mismo, no pretender ser quien no eres, hablar desde lo más profundo de tus creencias y experiencias. Yo creo que es algo que me seguirá por mucho tiempo y entenderé hasta después de muchos años, definitivamente dar una TED Talk no es cosa de 18 minutos (o menos), sino de meses, tal vez años, y eso es algo que ojalá muchos conferencistas que mueren por dar una puedan experimentar al menos una vez en su vida, como yo ahora.
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